viernes, 11 de diciembre de 2009

EL DOCENTE EN LOS TIEMPOS MODERNOS

En estos días, la profesión docente se encuentra en una encrucijada, ya que se viven tiempos de cambio, es decir, tiempos en que debemos participar actuar y transformar nuestro quehacer diario, en nuestros propios centros de trabajo; en las competencias profesionales para ejercer la docencia. Para poder participar en estas actividades necesitamos en primer lugar tener conciencia de lo que somos, de lo que queremos y hacia dónde queremos ir, ya que hoy en día el mundo globalizado nos empuja a defendernos, pero esa defensa debe ser con una mejor preparación nuestra, es decir, conocer mejor nuestra profesión, para poder desempeñarla verdaderamente.

Sin duda la profesionalización docente puede aportar muchos avances significativos a la educación, pero debemos procurar no convertirla en un nuevo mito educativo que nos aleje de las condiciones reales del ejercicio de la profesión, ya que, desde el surgimiento de la escolarización obligatoria y su expansión en el mundo, en repetidas ocasiones se ha esperado que la educación salve a la sociedad, cualquiera que ésta sea. Se ha esperado que las escuelas y el profesorado rescaten a los niños de la pobreza y la miseria; que desarrollen la alfabetización universal como plataforma de la supervivencia económica; que formen trabajadores calificados, aunque haya poco empleo adecuado para ellos; que fomenten la tolerancia entre los niños en un mundo en el que los adultos están divididos por conflictos económicos, étnicos, políticos y religiosos; que cultiven sentimientos democráticos en sociedad donde lo último que se hace valer es la opinión del pueblo; que hagan que las naciones desarrolladas sigan siendo competitivas y que ayuden a aquéllas en desarrollo a convertirse en naciones desarrolladas; que eliminen drogas, acaben con la violencia y que paguen por los errores de la generación actual reformulando cómo los educadores preparan a las generaciones del futuro.

Desafortunadamente, el papel del docente en estos tiempos modernos está devaluado. Mucho más devaluado que nuestra moneda. Somos los culpables para todo un entorno social de los fracasos de nuestros alumnos, de su pasividad, de su indiferencia, de su apatía y de su hartazgo. La responsabilidad de la escuela frente al desarrollo intelectual y social del educando ha sido reseñada a menudo. La escuela es entonces, una actividad altamente social, un proceso de aprendizaje en virtud del intercambio personal de información y actividades. EL SIMPLE HECHO DE ASISTIR A LA ESCUELA NO GARANTIZA UN DESARROLLO SOCIAL CONSTRUCTIVO.

Enseñar, hoy día, significa motivar e involucrar a los estudiantes en un proceso de construcción y reconstrucción de sus propios conocimientos, habilidades, actitudes, afectos, formas de comportamiento y valores. Es hacer que vivan y sientan que el aprendizaje es una actividad humana y no un conjunto de conocimientos que deben aprender de memoria. La mayoría de las corrientes pedagógicas contemporáneas abogan por un cambio conceptual en la educación, que generalmente se concibe en mover el centro de atención de la enseñanza al aprendizaje, en reconceptualizar la actividad de estudio del alumno, considerando que el profesor debe actuar como orientador, facilitador o mediador del aprendizaje del estudiante. En mi opinión, el cambio conceptual en la educación requiere necesariamente de una nueva concepción de la enseñanza y del papel del profesor en el proceso de enseñanza aprendizaje. Es por ello que este trabajo pretende someter a discusión una concepción de la actividad de los docentes, así como del papel que juegan los diversos niveles educativos en el desarrollo de aprendizajes y las problemáticas que la educación actual en México enfrenta como son: el desempleo, el narcotráfico, la inseguridad en general, la falta de oportunidades, entre muchas más.

La educación no ha dejado de ser considerada como un bien público donde el gobierno juega un papel importante, sin embargo, producir este servicio termina involucrando con el tiempo los típicos procesos burocráticos y sociales. Es por ello que la pasividad de nuestro sistema educativo hay que combatirla dando mayor libertad a las escuelas para que experimenten; a los alumnos, dejarlos escoger las rutas de sus estudios, y por supuesto, sacar a los maestros de sus métodos, sus dogmas y sus sistemas arcaicos para darles mayor oportunidad de aceptar su ignorancia y aprender, para que todos en conjunto podamos acercar a los alumnos y a las escuelas a la realidad de la práctica profesional.

Aunado a lo anterior, aparecen otros factores además de lo político, que influyen en el proceso de enseñanza y aprendizaje. Surgen entonces factores como lo social, lo cultural, lo económico y lo familiar. Hoy más que nunca debemos comprometernos realmente como docentes y como profesionistas de la educación para transmitir y fomentar aprendizajes significativos a nuestros alumnos que estén vinculados con su vida diaria.

Considero que lo anterior es debido a la falta de vinculación entre el plan de estudios con la realidad de los estudiantes. Es decir, la escuela está siendo rebasada por los avances tecnológicos y no ha sido capaz en un 100% de vincular sus prácticas y contenidos académicos con esa realidad a la que diariamente se enfrentan millones de alumnos en el país.

Por lo anterior, no se puede hablar de que exista una vinculación entre los contenidos académicos con la realidad de los estudiantes. Ni siquiera de aprendizajes significativos o de razonamiento crítico y reflexivo. Mientras la mayor parte de los docentes no quieran actualizarse y cambiar; mientras la economía del país haga que nuestros estudiantes deban cambiar los libros por el trabajo; mientras las escuelas no tengan los recursos necesarios para una educación de calidad; mientras los partidos políticos sigan empleando a la educación como estandarte; mientras lo anterior siga ocurriendo en este país, no podremos hablar de una educación de calidad, sólo de una educación mediocre que de ninguna manera lleva al aprendizaje significativo y reflexivo, sino a uno memorístico y desechable.

Verdaderamente se requiere tener en cuenta la adquisición e impartición de una enseñanza activa, participativa, cooperativa interactiva y significativa que promueva nuestro crecimiento educativo, cultural, social, económico y familiar que repercuta positivamente en nuestra idiosincrasia como nación.

Aún falta mucho por hacer para que en México tengamos una global y verdadera educación basada en competencias y relacionada con el contexto diario de nuestros estudiantes. No es una tarea fácil, pero con mucho esfuerzo, compromiso y responsabilidad, además de honestidad, podremos estar en el camino para lograr el reconocimiento académico internacional que tanta falta nos hace.

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